Los nómadas de Argolia



Los tres aventureros llegaron al castillo. Y era el mejor momento para entrar, ya que la noche era perfecta, incluso la sed parecía calmarse.

—¿Y dices que aquí vive el amor de tu vida? —preguntó Dark con una sonrisa burlesca—. Creo que es demasiada mujer para ti.

—Estoy seguro de que aún me recuerda. Esa mirada en aquel mercado..., su boca, piel y cuerpo con curvas espectaculares. —Se quedó atontado y comenzó a babear.

—Pues ya me diréis cómo la sacamos de aquí. Primero, vive sola con un dragón, segundo, 
¡qué asco, Bu! Tercero...

Dark le interrumpió.

—Tercero, ¿los dragones se comen? La verdad es que la chica esta me da bastante igual. Un dragón da comida para mucho tiempo.

—Yo quiero que Bu se case con esa chica. Estamos aquí, porque es un pesado, mírale, por Dios...


—¡Amor mío! Abre la puerta, ya estoy aquí. —La puerta se abrió sola, como en las películas de terror. El joven hechicero estaba confiado de que la mujer estaba enamorada de él—. Podéis pasar, estáis en vuestra casa.

—Qué porquería de lugar —dijo Mist en voz baja.

—Es mejor que nuestra guarida. Lástima que esto esté tan apartado de la ciudad —replicó Dark, mientras revisaba el lugar. 

—¿Ya estás cotilleando todo? Joder...

—Bu ha dicho que estemos como en nuestra casa. Por cierto, ¿dónde está?

Alzaron la mirada y le encontraron subido en un altar. Había una campana de oro. El mago dudó si tocarla.

—Arráncala, nos la llevamos —le indicó Dark.

—¡No, Bu! —Mist sacó la espada y se puso en guardia por si sucedía algo.

Tocó la campanita y empezó a sonar. Los tres amigos esperaron unos segundos, hasta que una mujer entró en la sala principal.

—Vaya, vaya, la cena..., digo... La visita que tanto esperábamos ya está aquí.

Los tres compañeros no se esperaban que allí viviera una mujer anciana.

—¡Eh! ¡Maguito! No sabía que te gustaran las milf —dijo Dark entre carcajadas. Después preparó el arco con una flecha por si acaso.

—¿Milf? ¿Qué demonios es eso? —interpeló Bu.

La anciana  se molestó por aquel comentario, respiró hondo e intentó ser amable.

—Así que hay un varón que quiere casarse con mi hija. 

—Pues no iba a ser con usted, ¿no cree? —interrumpió el arquero.

La piel de la mujer empezó a tornarse de color rojo. 

—Disculpe a mi compañero —dijo Mist para arreglar la situación—. Joder, Dark, ¿cuántas veces te he dicho que hay que tratar con respeto a los viejos?

—¡¡Ya basta!! No habéis hecho más que entrar y ya estoy deseando acabar con vosotros.

—Bu, dile algo a tu novia, ¿no? —El arquero lanzó la flecha hacía la campana y la hizo sonar de nuevo—. Ahora que entre una vieja para Mist.

La mujer emanaba humo, se fue haciendo más y más grande, hasta cambiar de forma y convertirse en un dragón. Su voz se volvió grave y los intimidó con un rugido.

—¡¡Mierda!! —gritó el guerrero mientras se tiraba al suelo para esquivar una llamarada que recorría la sala—. ¡¡Cuidado!!

Dark corrió hasta esconderse detrás de un pilar y notó como la pared calentaba su espalda, debido al fuego que pasaba detrás. 

Bu creó una pompa que lo protegió, mientras el fuego pasaba.

El dragón comenzó a toser y parecía masticar algo.

—Deja de fumar —subrayó el arquero.

Esto hizo que el monstruo trabajara con más rabia, hasta que escupió cinco huevos.

Una chica muy hermosa salió de un escondite y corrió hacia el monstruo que, como si estuviera planeado se agachó para que ella subiera de un salto. Una vez encima de él, le susurró algo y el tejado del castillo se abrió. 

—¡Amor! ¡No te vayas! ¡Te quiero! —El mago creó un ramo de flores e hizo el ademán de entregárselo a la joven.

La chica le miró extrañada. Y mientras que el dragón se elevaba les dijo:

—Os acabo de salvar la vida. Huid, algo muy malo viene hacia aquí. Por cierto, lo siento, pero me gustan las chicas. ¡Adiós!

El viento que producían las alas del engendro no despertaron al joven Bu de la cara de asombro que se le quedó.

El guerrero y el arquero se acercaron al mago y miraron al cielo, para perder de vista a aquella dama que encima de su dragón volaba en esa noche estrellada. De repente escucharon unos crujidos. Los huevos se agrietaron y se rompieron, dando paso a unas pequeñas quimeras.


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