¡Es ella!

Alcé mi mano y asomé mi dedo pulgar. No soy de hacer autostop, mi hermano perdió la vida en un accidente de coche y tengo algo de congoja a los vehículos. Me costó bastante que alguien parara, hasta que finalmente un hombre lo hizo. 

Me subí en la parte trasera y disimulé normalidad. Cuando emprendimos el camino comencé mi plan: saqué una peluca de pelo largo, la coloqué de forma que tapara mi rostro y me diera un aspecto fantasmal. Me quité la ropa y me vestí con un pijama blanco. Me puse unas uñas postizas que parecían más bien garras. El conductor se puso nervioso, pero le di 100 € y se tranquilizó.

Comenzó a preguntarme por qué estaba haciendo eso. Yo solo me limité a guardar silencio. Cuando sentí que estábamos cerca, le avisé.

—Es en aquella curva...

—¿Qué pasa en esa curva?

—Para ahí.

Mientras parábamos el coche apareció una chica con un aspecto muy siniestro, vestida con un pijama blanco como el mío. Supe que era ella desde el primer momento en que la vi.

—Que suba —le ordené al señor.

Le hizo una señal de que podía subir.

Al entrar se sentó a mi lado y cerró la puerta.

—¿Dónde te llevo preguntó el conductor?

Ella me miró sorprendida. Y cuando nuestras miradas se hicieron una, le dije...

—¡Ni curva ni leches! —Le agarré del cuello y la di un par de bofetadas—. ¡¡Fuera de aquí, hombre!! Siempre con la misma tontería. ¡¡Busca un trabajo de verdad!!

Salió corriendo del auto. Desde ese momento, ninguna persona más murió en la legendaria curva. Ahora trabaja en el Carrefour.













Comentarios

  1. Ja,ja,ja. Genial el relato. Ya tenemos nuevo miembro de las leyendas urbanas, la niña del Carrefour, jajaja. Muy bueno.
    Por cierto, discúlpame pregunta, ¿que ha pasado con el rincón del misterio?. Se echan de menos los relatos.
    Abrazo.

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